2006/06/30

La propuesta plástica de Santillán se presenta la PUCE

Para esos momentos libres que nos quedan en la universidad, o para aquellas personas que se divierten visitando galerías, hay un paso obligatorio por el Centro Cultural de la PUCE para deleitarse con la obra plástica del artista quiteño David Santillán.

El 22 de junio se inauguró la muestra Memoria de las cosas. Ésta reúne treinta cuadros al óleo y 20 fotografías. En la obra de Santillán se esconde una pretensión obsesiva de dominar los objetos, y a través de ellos aprehender el mundo. La rigurosidad tanto en la reproducción al detalle de los objetos –que llega en ocasiones al hiperrealismo- como en el tratamiento cromático devela esta intención, pero también la calidad plástica de su obra y la aproximación a una madurez artística. Así, en la colección Tools, David Santillán revive con gran precisión herramientas antiguas, herencia de su familia.

Entre los cuadros más representativos está el díptico Decadencia: un madero horizontal suspendido en un fondo verde, del que pende casi inerte una mano, en cada cuadro. El detalle exhaustivo en la representación de la madera, y la evocación incompleta de un símbolo cristiano forman una propuesta sugerente, provocadora.

Otro de los aciertos de Santillán está en la composición. El cuadro Pesadilla es una muestra de esto, en él se puede ver la importancia del manejo del espacio para lograr dar profundidad a la obra. Santillán rompe la estaticidad y linealidad del lienzo para dar mayor realismo a la pintura; pero también para que el espectador intervenga en la experiencia estética. En El poder de lo colectivo, Santillán juega con esa tridimensionalidad que apela al receptor; para este efecto, el artista utiliza la imagen digital, el óleo, y piel de borrego.

El cuestionamiento a los límites establecidos en la sociedad, implícito en la propuesta de Santillán, se evidencia también en los cuadros como Autista, o la colección Piercing, en la que los cuerpos adornados son representados con colores provocadores –como el verde cargado de sensualidad que nos recuerda al Romance sonámbulo de Lorca- y que proponen al cuerpo como el lugar de la expresión. Y Border line es por excelencia la realización de este cuestionamiento. Mediante la fotografía digital, el artista materializa los límites que dividen el mundo, en una actitud crítica que nos invita a la reflexión.

No se puede dejar de mencionar el óleo El intruso que plasma la angustia: una silueta detrás lo que parece ser plástico amarillo o papel celofán, una mano trata de romper esta barrera.

El artista está en un momento importante de su carrera, quizás en la misma línea limite que implica también la transición, el niño a punto de dar el salto que se plasma en el cuadro El aprendiz, o como suele suceder con todo artista: debe enfrentarse constantemente hacia un vacío indefinible e inevitable, como en el cuadro Cosmovisión (foto).